Helada

quiero congelar tu nombre en algún sitio
quiero abandonarte
y es preciso un mistral que resquebraje
estas arterias coaguladas
en tu profundo bajo cero

he venido al norte a olvidar
la voz de tu cuerpo en blanco y negro
he venido a matar tu imaginarte
a escarchar en la helada tu memoria
y la constante sacudida de tus gestos
he venido a renunciar al lenguado ascenso
por la enredadera ansiosa de tus piernas
a empaparte de escamas y silencio
a sufrirte en azul
hasta dormirte en vidrio evaporado

y todo esto
toda esta huida inútil de mí mismo
ante el frío último del mundo
ni te disuelve
ni te apaga
ártico es no besarte más
nieve es no encontrarnos las miradas
al pie de estos lagos helados

he desparramado tu nombre por la taiga
anticipándote la muerte
he deseado verte vieja como el árbol
rendido al olvido y al futuro
desde mis labios cortados en estos bosques
la lengua recoge y pronuncia aquí
tu nombre
sabor extinguido
en tus piernas y el agua
en sus ramas secas
entonces
el lago helado
se sacude
y en el silencio
oscilante y leve
del viento
mis ojos ven mirar
tus sueños tan al sur,
el atardecer responde
y se detiene
a las dos y media de la tarde
en el norte inhabitable de la tierra.