Golpe en “Mey-Fing”

Llegan hasta mi terraza
las voces continuas de las viejas
en la calle
en el mismo tono inmutable
de todas las épocas,
la sierra eléctrica aparece
y las supera de repente.
Luego para.
Mi nieto, dice una.
El tiempo, dice la otra.
Es miércoles de marzo
digiero a deshoras
de esas horas en las que
mi madre o mis abuelas
me decían: no comas
o no comerás la comida.
Se trataba de ser comido
y quizás por ello o por ellas
hace tiempo que como
mal y a destiempo para
acordarme en ese acto
de ellas cada día.
Hay quien reza.
Me pregunto a quién cojones.

Y aquí estoy,
miércoles de marzo
en la terraza de alquiler,
las abuelas abajo
hablando y hablando
y yo tomando
como mi nombre
un zumo marca blanca
exprimido y envasado
quién sabe cuando
y deglutiendo bajo el sol
un plátano de la frutería paquistaní.

También leo, inseguro
y extraviado
un temario descargado
impreso a trozos
para una bolsa de trabajo
a la que se presentan
más de mil personas:
plazas según necesidades
sueldo indefinido
duración según evento.

Supongo que allá fuera
se refieren a mí como parado
y no como emprendedor,
supongo que les soy
otro representante físico
en la estadística
de la generación degenerada.

Así que,
acabo el zumo
y caigo en que la calle
está llena de patios y timbres
y caigo en que
mi hermano les llama
hora tras hora
día tras día
¡correo comercial! les dice
y luego, dentro, les llena los buzones
de papeles publicitarios
del restaurante chino
“Mey-fing”.
Un nombre que me recuerda al malo de
la peli «golpe en la pequeña china»
que tanto me gustaba
y que una vez vi en el cine con mi padre.
Y caigo en que es hora
de emprender en España
de llamar y no whattsapear,
le preguntaré a mi hermano
qué tal está
y después
le pediré un poco de papeles
de esos que no te pide la policía
para meter en el buzón.
Seré un parado activo
un golpe en la pequeña china
y que sepa la sociedad del bienestar
que el “Mey-fing” ha abierto
y podéis ir
a comer comida china
a 7 euros por persona entre semana.
Recordad: “Mey-Fing”
¿Quién sabe?
quizás algún día
si coméis a deshoras
nos veamos por allí
sin reconocernos demasiado
como
los parados, los viejos
y los amores fracasados.