Dos mil seis

Fue aquel verano
en que nos dejaron nuestras novias
y no podíamos estarnos quietos
ni dejar de buscarnos
entre copas y madrugadas
y cada uno tenía sus manías y sus gestos
que todos reconocíamos y soportamos
como propios,
qué importantes fuimos
los unos con los otros.

Una noche
Chema se fue al coche
y se quedó bebiendo solo
y bailando una canción de Boney M.
Iván después se desplomó borracho,
de espaldas contra el cielo
como Berengario en la marmita de El nombre de la rosa
y por el retrovisor del viejo Golf
Nico y yo solo veíamos
sus pies apuntando hacia la luna llena y despejada de verano.

Eran noches insoportablemente calurosas
y los cuatro estábamos jodidos
pero juntos
en aquel verano de desamor hiriente
y resacas de invernadero,
cada uno y a su modo
salíamos a ahogarnos en las noches
apoyados siempre
los unos en los otros
y éramos en nuestra angustia
lúcidos e irremplazables.

Hoy han pasado diez años
y ahora la ansiedad
es mucho más banal y presurosa
y está atada a las cosas que te obligan
y no quieres,
por entonces,
y estoy orgulloso de nosotros,
supimos que estábamos solos
y que había una edad para todo
que estábamos perdiendo
y qué teníamos razón
al sentirnos vacíos
y con un irreparable abismo en el estómago
porque nunca nos consolamos con las palabras de otros
porque intuimos y afrontamos
en aquel presente
que nos dijeran las idioteces que dijeran
ya no podríamos querer como quisimos
a aquellas cuatro rubias de verano.

Dos mil seis
fue aquel verano
en el que nos dejaron nuestras novias
y seguíamos tocando la piel de sus perfumes
para exorcizarlas
con música cualquiera
con alcohol hasta morir
con calor y ansiedad
de punta a punta de verano.

Una se fue lejos y no volvió,
de la otra, dices, no sabes nada,
que fue madre,
crees,
y que se casó con aquel perfecto gilipollas,
otra quiso volver mucho después
cuando dejó de ser joven,
y la última murió
hace poco y de repente.

Es curioso
lo que uno recuerda años después
con cariño,
aquellos días de dolor,
incluso
con una sonrisa.
Nosotros nunca creímos del todo
aquello de la felicidad y del amor.

Luces

Mira
ahí fuera
están
todas esas luces
todas esas carnes
los dolores
hundidos de los otros
las vidas
que no podrás tocar jamás

todas estas faltas
abiertas en canal ante la vista
intraspasables
como ecos de fantasmas
como si la misma ausencia
tuviera esta noche
una sola voz acristalada
sobre una fosa brillante y trasnochada
hecha de mordiscos y remiendos.

Búfalos

Amanece
con intensidad de fragua
y de caldera
las nubes rugientes y púrpuras
esperan en la boca del volcán
constreñidas como búfalos heridos,
patalean
cerca del pantano

el cielo es hoy
mitad fuego a escondidas
mitad ficción desatada

sobre tus rodillas desnudas
en tu mejilla dormida
se precipita
una brisa que hiere
la boca del estómago

es una anticipación
y un sobresalto

quiero encontrar una muesca
en la concha de este cielo
que te traiga a contraviento mientras duermes
hasta la fisicidad cierta del recuerdo

nuestro tiempo está a punto de quedarse aquí
dormido
mitad amor
mitad pellejo
entre
nubes rugientes
y búfalos heridos

amanece

y el alba te muestra
cerca
diez años después de lo que fuimos.

Como un sol

Me llaman las voces
sus fósiles
el cielo, la tierra y los gusanos
algunos troqueles de la muerte
su tente, su mecano abierto
su promesa

me llaman
y quiero irme con ellos
descomponer en cualquier parte
este envase atravesado
vaciarlo todo
resecar la sangre
disolver la carne en la mirada
y que le nazcan gusanos que la besen
en los brazos profundos de la tierra,
yo quiero
que el sueño inflame y pudra la consciencia
sobre el accidente que la trajo
y que se abran mis vísceras en flor
a la humedad de las semillas
y al vaho naciente del estiércol

quiero irme,
depositar la identidad
sobre el tiempo proyectado
devolver el nombre
como si no se hubiese pronunciado
y rebasar lo ilimitado
abierto
como un sol
desde dentro
de la angustia.

De este lado

No hay
ni tardes quietas
ni descanso
en el lado hirviente
las venas se erosionan
la sangre se desboca
dentro
el ansia está tan cerca
la angustia vive tanto
del cuerpo que le falta
que el aliento apenas llega
un día sí
y otro también
a alzar la voz de sus precintos

Este lado
que consume y desgasta
como piedra contra piel
como lumbre de fuego en la marea
este lado
este lado hirviente
ese que nadie quiere cerca
de su zona de confort
es la vida
y
es el que se prefiero

Este mar de lava ácuea
de rugidos y espumas cuarteadas
de costuras y remiendos
de faltas, culpas y mentiras
de cuentas pendientes
y silencios
este mar
que tormentea
que no cabe ni se llena a dentelladas
que empuja imparable hacia adelante
que se escucha y se relincha
con llamas y miradas
y nunca se completa
es el lado hirviente que se funde
y enseña que
somos extensiones de
tierra y roca tierna
recorridas por un rayo
que necesitan perderse y repetirse.

A cada paso
entre tacto y bocanadas
se sueñan los muertos,
así que
déjame
ahora que sé
que tienes húmedos los labios
que sé que sufres y tocas
deja que te arranque
deja que te bese
antes de que el agua se retire
de tu orilla más caliente

Ahora que ardes
con todos los nombres
¿quieres ser tú
mi nueva sombra?

Trozos

Prepárate a sobrevivirte
en la larga noche que ya llega
a buscar entre los dientes
un trozo
cualquier trozo de carne
cerca de los nombres aserrados
en el valle oscuro de la lengua
y en los huecos y fracturas del deseo
cerca, muy cerca
de la llama ciega del desgarro
de sus alientos y matrices
busca
relame
repela
devora
cualquier pedazo
cualquier trozo
de hueso o de pellejo,
que te observe bien
el océano profundo
y la eternidad desconcertada,
que sepan
que somos hambre
solo hambre
insaciable
contra todo lo posible
que aún nos quede.

Deltas

Llueve,
el agua viaja
y la mirada se hunde
por encima de las tejas

ya ves,
he adquirido la tendencia desviada
de una sonrisa que no daña
que busca lo inesperado en lo previsto
y lo fantástico escondido de los ángulos,
he adquirido la costumbre involuntaria,
debe ser melancolía,
de mirar por un visor acumulado
que envuelve las calles en los tiempos
por una desembocadura acanalada
de capas y más capas superpuestas
en las que puedo hundir las manos
y sentir como deltas en mis dedos
los surcos de paso de un torrente
líquido
que disuelve al tacto su marea

ya ves,
debe ser melancolía,
ahora que no puedo ver tu rostro
puedo tocar nuestro pasado.

Dime

Toda esta estúpida costumbre de escribir
no es más,
lo sé,
que un gran montón de carne purulenta
de todo lo que hiede y supura
ahí fuera,
inalcanzable

¿pero qué otra cosa puedo hacer?
dime,
¿qué otra cosa puedo hacer?
para lidiar con la desidia
que exhibir mi mediocridad
rotunda y vaga
de enorme moribundo
como si no me la creyera,
y qué menos,
qué menos
que ser infame con los cuerpos,
esos cuerpos desamados y
enterrados de mujer
en la fosa común de mi existencia
a los que escribo
una y otra vez
una y otra vez
como si hubiesen sucedido
sobre el horizonte de los dedos
y hasta una tierra vacía
de letras y deseos

dime,
¿qué puedo hacer?
si no consigo convivir con lo vivido
como dicen que debiera,
si se me agitan en los ojos
las cosas deseadas
junto a las que realmente sucedieron,
si mis cuerpos enterrados
reclaman una voz
que ya ni siquiera es
la que tuvieron

dime
¿qué puedo hacer?
¿qué se hace?
cuando descubres que
no has amado como debiste
y de repente asalta la certeza
de no poder querer ya como quisiste
y
¿qué se hace?
cómo se desgarra todo esto
cuando sabes que tus letras no bastan
ni de lejos
para tocar nada
de lo nunca sucedido,
dime,
qué otra cosa queda por hacer
que construir un buen montón de versos repetidos
y mentiras
mientras sostienes un mundo
a través de tu mirada

¿qué me queda?
sino abusar
de la sed y del silencio
de mi mediocre patetismo,
sí,
he imaginado cosas que nunca sucedieron
he contado amores que no fueron
como si hubiera tenido
sinceramente enfrente
bajo la yema de mis dedos
los ojos más soñados,
y,
claro,
en venganza las letras
se escaparon
y esperaron
a qué descubriera que la juventud
había pasado,
esas letras que busqué
aguardaron
su momento
para descarnarme la esperanza
de poder tocar
algo,
un poco,
de poder dar alguna fe
de lo imposible
con su propio vacío

fui un gran imbécil
pero
dime,
¿qué puedo hacer?
si siempre lo supe
y todo lo que conté
lo vi o soñé
y fue sincero
y de algún modo
sucedió
en algún sitio,
de alguna manera

ahora,
que solo queda la certeza
de no saber tocar las cosas
de no saber mirarlas
o no poder hacerlo de otro modo,
dime,
¿qué puedo hacer?
sino confiar en que un día les suceda
a esas letras
el accidente terrible
de azar y de insistencia
que no tuve
y en el que muertas de ellas mismas
los ojos de alguien las alcancen
y rellenen
de todo lo que quisieron tocar
y conmigo no pudieron.

Esculturas

Quiero decirte en presente
cómo fue
cuando nos alcanzamos
la experiencia del alcanzarte,
porque el contacto hunde el espacio
y fija en él los cuerpos
que habitamos.

Hoy encontré algo
que escribí entonces
acerca de nosotros:

“la ciudad se retuerce
y tú tan cerca,
el espacio se hunde y cede
las imágenes se nos caen y
acumulan de nitrato blando,
nos sostenemos
como podemos
en la efímera emulsión de nuestros ojos”

Ahora que tu deseo
ha cambiado de carencias
y el corazón se te agazapa
a esta sucesión continua de presentes
quizás puedas sentir que lo que hiere
es la viveza pulsional de nuestras faltas,
nosotros
que hemos renunciado a vernos
estamos esculpidos
como fuimos,
que nadie te diga lo contrario
puede que se haya escindido el decorado
pero hacemos el mundo
llenando de presencias
las ausencias
cada día y hasta nunca
carne a carne
palmo a palmo
boca a boca
nombre a nombre.

Cúpula de fuego

Hay una cúpula de fuego y de materia
con los dolores desramados
y es su interior una tronera
de cristaleras rotas y mosaicos despegados
que supuran y florecen
a los pies de la conciencia y del vacío

Y hay un hombre bajo esa cúpula
que contempla
quieto
el desamor,
un hombre
que mezcla imágenes y esbozos
que crea nuevos signos de posibles
con vigas astilladas
que no distingue
los lienzos arañados
de la fantasía y la memoria
hechas de relámpagos

este hombre
quiere detenerse aquí
pararse de una vez y renunciarse
en la punta del tiempo y de las cosas
y entremezclarse en lo imbebible
de unos labios que murieron
para poder ser pasado
de aquel otro escenario

este hombre
que quiso tocar las cosas de la tierra
quiere, en fin,
que su tiempo finalice
pero la cúpula de fuego le retiene,
le dice que
todavía quedan cosas por arderles
a esos ojos tan cansados
a esa piel todavía relativamente joven
a esos huesos escondidos,
le dice que no basta que
el corazón fracasado de ese extraño relicario
que sujeta entre las manos
se le cayera
a ese niño que no hablaba,
que aún pueden consumirse
otras formas de ansiedad
a lo largo de noches afiladas

el fuego cree
que aún es pronto,
que el hombre aún percibe y siente
su identidad y el simulacro
de un presente que no existe
antes de todo se disuelva.

el fuego, así,
quiere cobijarle
y le ánima a vivir y a desarmarse
entre los otros
bajo su solitaria
deseante
acristalada
y ardiente
cúpula de fuego y de materia.